“A Ti venimos, ante tu sagrada imagen, con amor y confianza, deseosos de ofrecerte lo que somos y tenemos y pedirte cuanto necesitamos”
A través de este escrito quiero dar testimonio de fe, y de cómo llegué a conocer a una Virgen que para mí era extraña, con un nombre raro, peculiar, la Virgen de los Dolores de Chandavila.
Todo ocurrió un 15 de junio, sobre las 22:30 de la noche. Esa tarde, como cada sábado, mi hijo Javier, de 22 años, salió de casa sobre las ocho y media para entrar en su trabajo como repartidor, en moto, en una empresa de comida a domicilio, salió feliz y contento porque además se acababa de graduar el día anterior, y le esperaba un largo verano por delante para disfrutar de más tiempo, con un montón de planes, con sus amigos, ir a pescar, su afición desde niño.
Pero el destino, a veces, no sigue los planes que nosotros tenemos programados, y en menos de un segundo pone todo boca abajo. Y así fue, esa tarde-noche los planes de mi hijo se vieron truncados. En un cruce, un coche se saltó un semáforo y Javier saltó por encima, cayendo inconsciente en el asfalto, rodeado de una muchedumbre, a la espera del 112, y sin saber cuál era su pronóstico ante la gravedad del siniestro.
Fue un compañero el que nos avisó, sin ni siquiera saber cómo estaba, pero su nerviosismo en ese momento, aún me dejó más inquieta, es increíble como en décimas de segundo se te pasan 22 años de su vida por la cabeza. Marchamos al hospital, y hasta que llegó la ambulancia, los minutos eran siglos, por fin llegó y la impresión que me dio al verlo, no era demasiado alentadora.
Una vez entró en el hospital, le hicieron un TAC y el pronóstico fue 13 puntos en la frente, 4 metatarsianos del pie partidos, rodilla fracturada y dislocación de hombro, lo peor… “un pequeño coágulo en la cabeza”. Dimos gracias a Dios, al menos estaba con nosotros, y dentro de la gravedad sólo había que estar pendiente de la evolución del coágulo.
Mientras que lo atendieron, entre pruebas y curas, nos entregaron la ropa, entre ellas un pantalón, cuál no fue mi sorpresa cuando revisé los bolsillos, y me encontré una estampa de una Virgen, que de entrada me sobrecogió, era una estampa en blanco y negro, plastificada.